miércoles, 27 de octubre de 2010

ENTENDIENDO LA EUDAIMONÍA DE ARISTÓTELES Y LA FELICIDAD DE KANT

Autor Consultado: Alessandro Caviglia

     La eudaimonía griega es la aproximación terminológica a la felicidad, o mejor entendida, la aspiración a la felicidad que tienen todos los hombres. Aristóteles lo empleaba para designar el thelos (fin) de  todas las acciones. Siendo El bien supremo, al que aspiramos los hombres. Se entiende que El bien supremo del hombre para Aristóteles es la felicidad, siendo ésta la máxima virtud, que consiste en la actividad del alma conforme a la virtud. A diferencia de Platón, para quien el Bien supremo es único e inaccesible.
     Según Aristóteles, se puede obtener el bien a través de cada virtud. Es decir, a partir de la  propia experiencia, se puede alcanzar un grado de perfección y virtud en cualquier actividad.  ¿Pero cómo accedemos a la felicidad? El hombre es feliz, cuando efectúa aquello para lo cual existe. Aristóteles hace una fenomenología  de la acción humana. Los argumentos para él, se ponen a prueba en la acción, y la acción tiene relación con la racionalidad.
     La racionalidad práctica la vincula Aristóteles, por un lado, al concepto de lógos (palabra, pensamiento o deliberación) y por otro lado, a la virtud. El logos nos permite a los hombres deliberar  sobre nuestros sentimientos, nuestra felicidad depende de lo que hagamos bien, y en relación de  cómo la actividad del alma va de acuerdo con la virtud y a lo largo de toda la vida.
     La virtud aristotélica, puede ser vista como una virtud psíquica, entendida como una disposición firme de la voluntad de autogobierno, para elegir acertadamente entre los sentimientos y los fines de la conducta como resultado de la deliberación.  Es decir, lana virtud está relacionada con el “bien” en el sentido práctico  de tener una “función” y una praxis.
      La virtud para Aristóteles que supera a todas, es la sabiduría práctica, phrónesis. Esta, se encuentra directamente relacionada a las disposiciones del carácter êthos. La costumbre, es la adquisición a través del hábito de la virtud. Revela la manera como los hábitos van configurándose hacia lo bueno.
     Aristóteles sitúa la fuente del conocimiento ético en las experiencias de la vida. La sabiduría práctica se desarrolla a partir de la práctica de los hábitos correctos o modos de ser con la finalidad de llegar a la perfección, areté; tanto como a un conocimiento  directo de las situaciones prácticas.  Para Aristóteles, lo más importante no es el acceso a una noción inaccesible de la virtud o al conocimiento de ella, sino a la practicidad de la acción a través de la cual nos beneficiamos.
     Este carácter virtuoso de la virtud, nos acerca a la vida buena y a la felicidad que practicamos en la vida práctica de cada día.  Este concepto de virtud es un proyecto real, que se valida por sí mismo. Es decir, que en una situación real, si consideramos que algo es virtuoso, deberíamos tener un fácil acceso a él. Si no lo escogemos, será por que no hicimos la deliberación necesaria, o fallamos a nuestros principios. La sumatoria de experiencias a las que tendremos que exponernos a lo largo de nuestras vidas y la cantidad de deliberaciones para actuar, nos proporcionarán la libertad suficiente para escoger una vida “buena”, una vida basada en la virtud.
     Aristóteles sostiene que no sólo contamos con el conocimiento de nuestra acción correcta, sino también contamos, con la disposición  para obrar de acuerdo a ésta. El bien depende de ese actuar correctamente. Para él, la virtud no es innata, sino adquirida, ya que siempre el hombre lucha contra lo racional y la incontinencia.
Aristóteles considera que lo caracteriza al hombre es la razón. Razón que lo ha llevado al estudio de la vida intelectual.  Auto-realizarse intelectualmente, es ser feliz, y tener acceso a una vida buena o eudemonía. , equilibrada, sin excesos y que ejecuta la recta razón.
      La  distinción de  prudencia o sabiduría práctica por sobre todas las virtudes, es la incorporación del juicio moral en todas la situaciones prácticas de la vida. Su ética, es el deseo de la vida buena, es perseguir la felicidad, sin que haya una obligatoriedad. Su ética es opcional, ya que cada situación será singular para evaluar y deliberar .  No hay imperativos en su ética, sí hay una relación intrínseca entre la sabiduría y el deseo ético, que subyace un conflicto en relación a la norma.
     Para poder acceder a un saber ético, no lo hacemos a través de un saber deductivo, es decir, nos acercamos a él a través de la experiencia, según Aristóteles. La sabiduría práctica, nos acerca a una vida razonadora, a la presencia de lo contingente, a no conocerlo todo, sino en la acción, en la heterogeneidad de las experiencias humanas. Podemos considerar a la ética de Aristóteles como una ética de bienes y de fines o una ética material.
Entendiendo la felicidad desde Kant
     La ética de Kant es una ética formal. La felicidad para él, es un concepto que pertenece al entendimiento. No es el fin sino lo que acompaña toda satisfacción.  EL hombre está determinado por naturaleza a ser el creador de su felicidad.  Para ello no deberá de ordenar sus acciones  de acuerdo a sus instintito, sino más bien con los conceptos que él se hace de su felicidad.
     El conocimiento no tiene un fin ético para Kant. Lo que conozco, diría Kant, se da a partir de dos fuentes del psiquismo, es aquello que he elaborado a partir de mis datos sensibles organizados, producto de las categorías de mi entendimiento. La experiencia se produce en el entendimiento. La experiencia, nos lleva a ajustar los objetos a las estructuras que están en nuestra mente. Sin embargo la experiencia no está necesariamente focalizada a lograr la felicidad para él. La ética  para Kant, es aquella moral que no se funda en la experiencia sino en principios a priori independientes de la experiencia.
     Para ello, la voluntad libre es la que determina la verdadera moral. Aquel que obra bien es quien actúa de acuerdo a principios prácticos proporcionados nuestra razón a priori, independientemente de la experiencia. La razón práctica es la que produce, es la espontaneidad de la razón, que tiene voluntad libre. Esto determina la primacía de la razón práctica sobre la razón teórica.
     La razón práctica, es la razón que determina la acción del hombre, es la autonomía del sujeto para actuar. Kant sostiene que la conciencia moral es el reino de lo que debe ser, en oposición a la Naturaleza, que es el reino del ser.  Las leyes pueden ser de la Naturaleza, leyes por las cuales todo sucede; o leyes de la  libertad, leyes según las cuales todo debe suceder. La primera ciencia es la Física y la segunda la Ética. En la Naturaleza impera la inmediatez, la necesidad. La conciencia moral está basada en imperativos categóricos que mandan a un sujeto libre, que puede o no obedecer. El imperativo es una máxima y por lo tanto, el imperativo moral, va más allá que cualquier circunstancia.
     Es una máxima que rige  a priori. Lo bueno en el sentido moral no tiene tanto que ver con las virtudes, ya que si la voluntad es mala, esas virtudes no están usándose para el bien sino para otros motivos. Es así, que la felicidad es producto de la buena voluntad, que viene a ser la parte más elevada del Bien. La buena voluntad es el origen de la moral. Y el Bien supremo es la articulación de la moralidad  llevada a través de la buena voluntad y la felicidad.
     Kant propone la existencia de  una <inscripción> a priori  que determina el obrar. Y éste se da en la razón pura práctica.  La buena voluntad  es aquella que rectifica y acomoda a un fin universal, la influencia de la felicidad -que provee satisfacción con el actuar bien- pero sobre todo taimándola, ya que cuando se desborda, pierde sentido. La voluntad es el principio todo de la acción. El motivo de la acción de la voluntad libre es algo que se forma dentro del propio fuero interno del hombre y es inseparable de la libertad de la voluntad misma, y ésta es la ley moral. Esta ley moral es única característica del ser humano. Esto lo humaniza.
     Kant considera al hombre en cuanto ser que actúa libremente, incluso con independencia y autocontrol, de manera que sus apetitos coincidan con su concepto de felicidad. Esto lo aleja de los instintos, de esta manera el comportamiento debido de un ser racional es de acuerdo con la libertad.    Así, no es el egoísmo empírico el motivo de un ser racional, que vaya de la particular al todo, sino el racional, que toma lo universal y a través de  él, establece la regla de lo singular.  Este pensamiento de análisis y síntesis de todo a parte es el que caracteriza el pensamiento kantiano.  Sus leyes producen la verdadera felicidad, y ésta se da a partid de la libertad.
     Para Kant, la moralidad es la morada de la libertad, y soy libre para actuar moralmente. Esto hace al hombre agente activo de su propia moralidad ya que se guía por la moral. Sin embargo hay una pasividad en el hombre cuando se somete a las inclinaciones. La voluntad del individuo depende de la motivación que tenga. Si actúo con la norma, tengo buena voluntad. Sin embargo, cuando lo hago contra la norma, mi voluntad es inmoral. Si yo no reconozco que es una ley moral, tengo una incapacidad para reconocer, para entender, esto es alejar al hombre del entendimiento, de la sensibilidad y de la razón misma, del conocimiento en sí. El ser moral es el ser racional. Las leyes de la moral son a priori, puesto que no se extraen de la experiencia. Son leyes que nacen de la razón, siendo la razón un componente universal que no viene ni de las costumbres, ni de la experiencia.
     La calidad de la libertad es la causa de la felicidad. Así, la  libertad sólo puede ser determinada de acuerdo con las reglas de una voluntad universalmente válida, porque sino no existiría regla. La bondad interna de la voluntad es buena en sí misma cuando coincide con al voluntad universal. Esta universalización de la voluntad es un imperativo categórico. Lo bueno, es relativo, sólo existe la buena voluntad. Lo bueno absolutamente, es el bien supremo, es un bien sin restricciones y sólo tendría esta característica la buena voluntad.  La buena voluntad es la indispensable condición que nos hace dignos de ser felices.
     Sin embargo, podemos actuar moralmente, sin necesariamente alcanzar la felicidad. Kant discrimina la felicidad, de pseudofelicidades, donde esta felicidad disfrazada, es aquella que mueve a la felicidad en una acción que no necesariamente es moral. Como el hombre no es sólo racional sino también sensible, al actuar no se halla sólo bajo el dominio de la razón sino también de las inclinaciones.
       Por eso, el hombre considera el buen obrar como un deber o una exigencia que muchas veces va en contraposición a sus inclinaciones. Y justamente en la medida en que el hombre actúe por deber, su obrar es moralmente bueno. Porque el valor moral de una acción no depende de lo que se pretenda lograr con ella sino del principio o máxima  por el cual se la realiza. Así pues, si hay un imperativo categórico (es decir una ley para toda voluntad de un ser racional), sólo podrá mandar que se haga todo por la máxima de una voluntad tal que pueda tenerse a sí mismo al mismo tiempo como universalmente legisladora respecto del objeto;  pues sólo entonces es incondicionado el principio práctico y el imperativo a que obedece,  porque no puede tener ningún interés como fundamento.
      De esta manera, el principio de la moralidad coloca al hombre sujeto a su propia legislación, si bien es universal, está ligado a obrar según su propia voluntad legisladora, y aunque esté sometido a una ley universal, la ley de su propia voluntad es aquella que lo encaminará a descubrir un fundamento supremo del deber, un imperativo como mandato moral. Esta es la autonomía de la voluntad que hace del hombre a un legislador universal, que se juzga a sí mismo y a sus acciones, es decir un reino de los fines, donde se considere a sí mismo y a los demás como fin en sí mismo. 
      Es decir, el  thelos en Kant relaciona los principios de la eticidad a partir de la unificación de la libertad con las condiciones necesarias de la felicidad, a partir del principio universal y autónomo de la libertad. Sólo está permitido buscar la felicidad entre aquellas condiciones bajo las cuales uno simplemente pueda ser digno de ellas. La felicidad es algo universal en la satisfacción de las finalidades…de lo contrario sería pleno placer. Estos principios de la unidad de todas las finalidades son principios de la razón pura.
     ¿Es posible plantear a la felicidad como fin en sí mismo? Kant, en la Crítica de la Razón Pura, describe a la felicidad  como la  satisfacción de todas nuestras inclinaciones (tanto extensive, atendiendo a su variedad, como intensive, respecto de su grado, como también protensive, en relación  con su duración). Considera que la ley práctica derivada del motivo de la felicidad es la pragmática, es decir la ley de la prudencia.  Y ley moral (ley ética), a aquella  que no tiene otro motivo que la dignidad de ser feliz.
      La primera aconseja nos qué hay que hacer si queremos participar de la felicidad. La segunda cómo debemos comportarnos si queremos ser dignos de ella. La primera ley, se basa en principios empíricos ya que sólo a través de la experiencia, podemos saber qué inclinaciones hay que busquen satisfacción y cuales son las causas naturales capaces de satisfacerlas. Sin embargo, la segunda prescinde de inclinaciones y de medios naturales para darles satisfacción. Considera  la libertad de un ser racional y a las condiciones en las cuales la libertad coincide con la felicidad. Esta ley podría apoyarse en ideas de la razón pura y ser reconocidas como a priori.
      Aunque para acceder al bien supremo, será a través de la moralidad y la felicidad. Dice Kant “en tanto que virtud y felicidad conjuntamente constituyen la tenencia del sumo bien en una persona, y por cuanto un reparto de felicidad en justa proporción con la moralidad (como valor de la persona y su merecimiento a ser feliz) constituye el sumo bien de un mundo posible” Es necesario en el problema práctico de la razón pura postular la inmortalidad del alma, ya que sólo en la inmortalidad y la eternidad se resuelve la integridad del sumo bien. Y para entender el segundo elemento del sumo bien, la felicidad que se adecua a esa moralidad, también es necesario postular la existencia de Dios.  Dios, incognoscible para la razón pura teórica, aparece ahora como un postulado de la razón práctica necesario para afirmar la posibilidad del sumo bien.  Tenemos que auspiciar el sumo bien el cual por lo tanto tiene que ser posible, dice Kant.
     Para finalizar, la felicidad es un estado de un ser racional  situado dentro del mundo, con su deseo y voluntad, descansa en la medida que la naturaleza coincida con su finalidad global, así como con su voluntad.  La ley moral no da el fundamento que conecta la moralidad con la felicidad, por ello, la razón necesita postular tanto la inmortalidad del alma como la existencia de un Dios justo. En la vida posterior a la muerte será Dios quien garantice esa conexión.

     La felicidad es un anhelo de todo ser racional, pero es finito y para ello es necesario la determinación de su facultad de desear. Ya que su propia satisfacción no es una posesión originaria, no se basta a sí mismo, sino la naturaleza misma le ha planteado necesidades en las que necesita utilizar su facultad de desear. Por ello, la ley moral es diferente al principio de la felicidad. La máxima de amor a sí mismo nos aconseja que seamos felices, y la ley moral nos manda cumplir la ley, seamos o no felices.
Diferenciando a Aristóteles de Kant
     Las posiciones entre Aristóteles y Kant son muy distintas, mientras que el primero nos muestra qué es la felicidad y nos enseña el camino para conseguirla es decir en el ejercicio de la virtud y la sabiduría en la praxis; el segundo profundiza en la naturaleza y viene a decirnos que la felicidad es un principio subjetivo al que todos y cada uno estamos condicionados por nuestra naturaleza finita, que aprendemos de la experiencia y que poco tiene que ver con la moralidad.
     La sabiduría práctica de Aristóteles es reflexiva, analiza la práctica humana. Considero que Aristóteles elabora una filosofía de la voluntad  dentro de la ética. El hombre para Aristóteles, requiere de una  racionalidad práctica que le proporciona un valor agregado en nuestros tiempos actuales.  Dicho de otra forma, Aristóteles plantea una ética moderna sugerente. Elabora la exquisitez de la anticipación del fin,  la sensación  de proceso como una meta interior, así como la actividad humana en función de la ética.
     En Kant, la felicidad engloba un concepto subjetivo, no absoluto.  Es un constructo abstracto,  relativo es decir un bien-ëtre. El identifica más la felicidad como un estado pasajero de bien-estar, un momento subjetivo de un ser racional. <que alguien se sienta bien y actúe bien>
    La felicidad, lo bueno y la eticidad constituyen el summum bonum para Kant. La diferencia radical con Aristóteles es que la ética para él es opcional, no hay una obligatoriedad. Su saber ético no es deductivo. Es la adquisición del hábito de la virtud que se configuran hacia lo bueno. En Kant, la felicidad pertenece al entendimiento, es a priori, es una máxima universal, independiente de la experiencia, es racional.
Este es quizás el supuesto más claro que determina las diferencias entre Kant y Aristóteles:

Mi supuesto es el siguiente existen realmente leyes morales puras que determinan enteramente a priori (con independencia de motivos empíricos, esto es, la felicidad) lo que hay y lo que no hay que hacer, es decir, el empleo de la libertad de un ser racional en general.

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