lunes, 18 de octubre de 2010

LA PEDAGOGIA IGNACIANA

La pedagogía ignaciana es el camino por el que los maestros acompañan a los alumnos en su crecimiento y desarrollo. Incluye una perspectiva del mundo, de la vida, de Dios y una visión específica de la persona humana ideal que se pretende formar. Es un proceso consciente y dinámico en el cual, cada uno de sus pasos se integra de tal manera que se afectan e interactúan durante todo el proceso, promoviendo así un crecimiento constante en las personas o grupos de personas e instituciones, afectando siempre, de alguna manera, la realidad involucrada.

El modelo pedagógico ignaciano se desarrolla en cinco momentos sucesivos:
  1. Situar la realidad en un contexto

      El docente debe y necesita conocer el mundo del estudiante, incluyendo las formas en que la familia, los amigos, los compañeros, la subcultura juvenil y sus costumbres, las presiones sociales, la vida escolar, la política, la economía, los medios de comunicación social, el arte, la música, la religión y otras realidades, impactan ese mundo y afectan al estudiante para bien o para mal. Igualmente, conocer el contexto social, político, económico, cultural, religioso, etc., en el cual el acto educativo tiene lugar.
2. Experimentar desde la realidad

     La experiencia ignaciana va más allá de la comprensión puramente intelectual. San Ignacio pide que todo el hombre, mente, corazón y voluntad, se implique en la experiencia educativa. De hecho las dimensiones afectivas del ser humano han de quedar tan involucradas como las cognitivas, porque si el sentimiento interno no se une al conocimiento intelectual, el aprendizaje no moverá a la acción. La experiencia humana puede ser:
a) Directa: en el contexto académico se presenta en las relaciones interpersonales tales como conversaciones o debates, hallazgos en el laboratorio, trabajos de campo, prácticas de servicio social, actividades de acuerdo a cada proyecto pedagógico u otras experiencias semejantes.
b) Indirecta: en el contexto académico la experiencia directa no siempre es posible. En su lugar, el aprendizaje se consigue con frecuencia a través de experiencias indirectas, leyendo o escuchando una lectura, por medio de simulaciones y representaciones, usando materiales audiovisuales, etc.

3. Reflexionar sobre esa experiencia
     Con el término reflexión queremos expresar la reconsideración seria y ponderada de un determinado tema, experiencia, idea, propósito o reacción espontánea, en orden a captar su significado mas profundo. Por lo tanto, la reflexión es el proceso mediante el cual se saca a la superficie el sentido de la experiencia. Entre los procesos de reflexión distinguimos dos operaciones fundamentales: entender y juzgar.
Entender: Es descubrir el significado de la experiencia, es establecer las relaciones entre los datos vistos, oídos, tocados, olfateados, etc. Es el chispazo que ilumina lo que se presentaba en penumbras en la percepción sensible. Es lo que permite al sujeto conceptualizar, formular hipótesis, conjeturar, elaborar teorías, dar definiciones.
Juzgar (verificar): Es emitir un juicio, verificar la adecuación entre lo entendido y lo experimentado, entre la hipótesis formulada y los datos presentados por los sentidos. La reflexión colectiva da la posibilidad de reforzar, desafiar y estimular a la reconsideración, permitiendo una mayor seguridad en la acción que se va a realizar y la oportunidad de crecer en comunidad.
4. Actuar consecuentemente
      El Paradigma Pedagógico Ignaciano enseña que la reflexión esta unida indisolublemente con la acción en una vida humana comprometida y que la acción, sin el servicio desinteresado a los demás, no merece el nombre de compromiso.
5. Evaluar la acción y el proceso seguido
      El Paradigma Pedagógico Ignaciano, a través de la evaluación, enseña a buscar resultados, a que las cosas se hagan efectivamente y a que siempre se busque la excelencia; mas concretamente, enseña a hacer las cosas correctas y bien hechas desde el principio.
Por evaluación se entiende la revisión de la totalidad del proceso pedagógico seguido a lo largo de cada uno de los pasos del paradigma, para verificar y ponderar en que medida se ha realizado fiel y eficientemente y, por otra parte, en que grado se han obtenido los objetivos perseguidos, en términos de cambio y transformación personal, institucional y social.

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