martes, 19 de octubre de 2010

TECNICAS DE ESTUDIO (Clases del 21 al 25)

Lección 21: Preparación de los Exámenes
La preparación de los exámenes no se limita a los días previos sino que comienza el primer día de curso y hay que irla realizando de manera continuada durante todo el curso.
Dejar la preparación para los últimos días es tener muchas probabilidades de fracasar.
Ya se ha comentado en lecciones anteriores que el estudiante debe fijarse un ritmo de estudio (su "velocidad de crucero") que comenzará a poner en práctica el primer día de curso.
Lógicamente cuando se acerquen los exámenes tendrá que intensificar este ritmo.
Si durante el curso basta con dedicar diariamente 2 / 3 horas al estudio (en algunas carreras más), en las fechas previas a los exámenes habrá que encerrarse "literalmente" en casa y dedicarse de lleno.
Si durante el curso es suficiente los fines de semana dedicar una mínima parte al estudio, ahora el sábado y el domingo serán días exclusivamente de estudio.
El haber llevado una buena planificación durante el curso permite llegar a los exámenes sin agobios, con una buena preparación, con los conocimientos asimilados.
Esto permite que, aunque en estas fechas haya que intensificar el ritmo de estudio, se pueda (y se deba) respetar el descanso.
El estudiante podrá mantener sus horas de sueño, algo que es esencial para estar en plena forma y rendir al máximo en los exámenes.
Una planificación acertada permitirá que en tiempos de exámenes el estudiante se pueda centrar en repasar, en afianzar los conocimientos ya aprendidos, y no en tratar a última hora, de prisa y corriendo, de estudiar aquello que no se hizo en su momento.
En fechas de exámenes el estudiante debe dar al menos 2 repasos a la asignatura.
El penúltimo repaso llevará algunos días, dependiendo de la dificultad de la materia, mientras que el último repaso se debe realizar en los dos días anteriores al examen.
¿Cómo se planifican estos dos últimos repasos?
Veamos un ejemplo: si entre un examen y el siguiente hay 7 días por medio, este será el tiempo disponible para los dos últimos repasos. Si al último repaso hay que dedicarle 2 días, se dispondrá de 5 días para el penúltimo repaso, por lo que el estudiante deberá cada día revisar al menos un 20 por ciento de la materia que entra en el examen.
Lo primero que se deberá hacer cada día es revisar rápidamente lo que vio el día anterior, con vistas a ir consolidando los conocimientos. Si un día puede avanzar más de lo establecido mejor (más desahogado estará al final), lo que no se puede es incumplir el objetivo diario.
Estos plazos sólo se podrán cumplir si durante el curso se ha llevado la asignatura al día; si no ha sido así resultará materialmente imposible.
En su planificación a comienzos de curso el estudiante debe estimar de cuantos días dispondrá antes de cada examen y en función de ellos llevar las asignaturas convenientemente preparadas.
En los días previos al examen el estudiante debe hacer un esfuerzo por combatir la ansiedad.
Un buen método es despreocuparse por el posible resultado de la prueba y en cambio sí preocuparse por hacer todo lo posible.
Debe tratar de pensar en positivo: he trabajado, me he esforzado, he preparado el examen con rigor, probablemente apruebe y en caso de que no sea así, siempre tendré otra oportunidad.
Si el estudiante detecta que le "ha pillado el toro" es preferible que el tiempo disponible (respetando los descansos) lo distribuya de forma que pueda revisar toda la materia que le queda, aunque sea superficialmente, antes que estudiar muy bien una parte y no ver nada del resto.
De esta forma siempre tendrá la posibilidad de contestar algo de cualquier pregunta, evitando tener que dejar alguna pregunta totalmente en blanco, lo que para muchos profesores supone directamente un suspenso.
El día anterior al examen hay que preparar todo el material que se va a necesitar: un par de bolígrafos (uno de ellos de repuesto), lápices, goma, sacapuntas, calculadora, juego de reglas y compás, etc.
Hay que evitar sorpresas de última hora (la calculadora no funciona, el bolígrafo se ha terminado en mitad de la prueba, etc.) que aumenten el nerviosismo.
En la noche previa al examen es fundamental descansar. No se debe "robar" ni una sola hora al sueño ya que el cansancio puede ser un enemigo terrible durante el examen.
Aunque el estudiante pueda pensar que con un par de horas más aumentan sus probabilidades de aprobado, el efecto es justamente el contrario: una hora menos de sueño conlleva ir menos fresco, con la cabeza cargada, lo que dificultará nuestro rendimiento.
Es conveniente la noche previa y la misma mañana del examen realizar ejercicios de relajación.
El día del examen no se debe repasar nada, como mucho mirar por encima las fichas resúmenes con los esquemas de las distintas lecciones.
Ese día se debe llevar un ritmo relajado: levantarse temprano, tomar tranquilamente un buen desayuno, ir con tiempo al examen, sin prisas, etc.
Si el examen es por la tarde hay que cuidar la comida, que sea suficiente pero no excesiva; por supuesto nada de alcohol. También hay que cuidar el consumo de café: tomar lo necesario para ir despejado, pero sin abusar.

Lección 22: Exámenes
El estudiante debe afrontar cualquier examen con un nivel de preparación óptimo. Esto no se consigue con una gran "sentada" el día anterior hasta altas horas de la noche sino que exige un trabajo diario, de asimilación gradual, de repasos sucesivos.
Una buena preparación contribuye a aumentar nuestra confianza, lo que ayuda a calmar los nervios y a mejorar el rendimiento durante el examen.
Sucede con frecuencia que los alumnos preparan una parte importante del temario (hasta un 70/80 %) y dejan el resto sin estudiar, confiando en que no caiga ninguna pregunta de estos temas.
Se realiza un esfuerzo significativo pero por no rematarlo uno se arriesga a suspender el examen.
A continuación se dan algunas indicaciones de cara al examen:
Preparar el día anterior todo el material necesario: 2 bolígrafos (uno de repuesto), lápiz, goma, sacapuntas, calculadora, etc.
Llegar al lugar del examen con tiempo suficiente, sin prisas, y no de forma atropellada (incrementa el nerviosismo).
En los momentos previos al examen mantenerse tranquilo y sereno, sin participar en las típicas conversaciones ("dicen que va a caer tal pregunta", "tal anexo es muy importante", etc.) que lo único que generan es mayor intranquilidad.
Cuando comienza la prueba lo primero que se debe hacer es leer atentamente todas las preguntas y prestar atención a las instrucciones del profesor. En caso de dudas hay que preguntarlas inmediatamente al profesor. Hay que tener todo claro antes de comenzar a contestar.
Es preferible empezar a responder por aquellas preguntas que se dominan; al dejarlas resueltas contribuirá a aumentar nuestra confianza. Se continuará por aquellas otras que se dominan algo menos y se dejarán para el final las que resulten más complicadas.
En las respuestas conviene ser precisos, destacando las ideas principales y dando los detalles necesarios: hay que demostrar que se domina la materia. No se debe divagar, decir obviedades, dar información de escaso interés.
Hay que evitar dejar alguna pregunta en blanco (para muchos profesores es motivo suficiente para suspender). Siempre se podrá contestar algo a partir de datos generales del tema o se podrá relacionar con otros epígrafes que se conocen. Si aun así no se sabe qué decir no habrá más remedio que dejarla sin contestar.
Lo que no se debe hacer es inventar una respuesta "a ver si cuela" (no es serio).
Al examen hay que llevar un reloj para controlar el tiempo.
Hay que distribuir el tiempo entre el número de preguntas para ver cuanto se puede dedicar a cada una. Si en alguna de ellas uno se atasca es mejor desistir y pasar a la siguiente; si al final sobra tiempo se podrá volver sobre ella.
Si al final falta tiempo para desarrollar correctamente alguna pregunta, conviene al menos señalar los puntos principales.
Los últimos 5-10 minutos hay que reservarlos para repasar el examen antes de entregarlo (completar algo, corregir algún dato erróneo o alguna falta de ortografía, etc.).
No se pueden cometer faltas de ortografía. Si se duda de cómo se escribe una palabra es preferible utilizar algún sinónimo.
Si es un examen que puede durar varias es conveniente llevar algunos caramelos (su aporte de glucosa ayuda a combatir el cansancio).
En los exámenes además del fondo es fundamental una buena presentación: proyecta una imagen de organización y seriedad, mientras que una mala presentación transmite sensación de caos e improvisación.
Una letra clara, fácil de leer, predispone favorablemente al profesor. La mala caligrafía produce el efecto contrario; el profesor, con montones de exámenes por corregir, no va a perder el tiempo tratando de descifrar una letra ilegible.
Establecer márgenes verticales y horizontales amplios. Utilizar el punto y aparte, evitando párrafos excesivamente largos.
Los párrafos cortos facilitan la lectura y permiten destacar mejor las ideas.
Evitar tachones: es conveniente antes de comenzar a escribir pararse a pensar cómo se va a enfocar la pegunta, como se va a estructurar la respuesta.
Por último, recordar que hay que tratar de perderle el miedo a los exámenes (no se acaba el mundo por suspender uno).
Si se preparan con rigor lo normal será aprobarlos y si se suspende alguno habrá nuevas oportunidades.
El esfuerzo planificado es garantía de éxito por difícil que pueda ser la materia.
Exámenes Orales
El examen oral presenta un nivel de dificultad mayor que el examen escrito.
En el examen escrito el alumno dispone de todo el tiempo del examen para organizar sus respuestas; puede comenzar contestando aquellas que mejor sabe, y utilizar el resto del tiempo para reflexionar y tratar de desarrollar aquellas otras que le resulten más difíciles.
En el examen oral no dispone de este tiempo de reflexión; el profesor pregunta y hay que contestarle inmediatamente.
La presión anterior, unido al hecho de estar en presencia del profesor, puede aumentar considerable la tensión nerviosa dificultando la exposición.
Como contrapartida, el examen oral también presenta ventajas. Supone una oportunidad de lucimiento ante el profesor, de demostrarle cómo se domina su asignatura.
En un examen oral se pueden desarrollar las preguntas con mayor profundidad que en un examen escrito (no es lo mismo hablar que escribir): se podrá ahondar en los detalles, relacionar la pregunta con otros puntos del temario, exponer una opinión personal al respecto.
El estudiante debe tratar de desmitificar el examen oral como un momento temido y verlo más como una gran oportunidad.
En definitiva, el examen oral favorece al estudiante que prepara bien la asignatura y perjudica al que no se la toma en serio.
La mayor dificultad del examen oral, y la oportunidad que representa, obliga al estudiante a una preparación más concienzuda. La asignatura tiene que estar perfectamente dominada.
El examen oral exige rapidez mental, contestar sin vacilación, y esto sólo se consigue con un conocimiento profundo de la materia.
A veces los exámenes orales no consisten en una(s) pegunta(s) cerrada(s), sino en un diálogo que el profesor establece con el alumno para conocer su nivel de conocimiento.
El alumno tiene que ser capaz de desarrollar con sus propias palabras los distintos puntos del temario.
Su aprendizaje no se puede basar (ahora menos que nunca) en una memorización mecánica.
Con un conocimiento sólido de la asignatura el estudiante difícilmente se quedará en blanco: si desconoce alguna pregunta al menos podrá relacionarla con otras partes del temario, contestar con algunas ideas generales.
Además, una excelente preparación contribuirá en gran medida a rebajar la tensión nerviosa lo que redundará en una mejor exposición.
Como puntos adicionales señalar que en un examen oral hay que cuidar la apariencia: afeitado, peinado, vestido más formal que un día normal, zapatos limpios, etc.
Se trata de transmitir una imagen de seriedad y de respeto hacia el profesor o tribunal.
Hay que evitar dar una imagen de persona despreocupada ya que de forma inconsciente el profesor la podría asociar con el modo de preparar su asignatura.

Lección 23: Presentación de Trabajos
Cuando se va a realizar un trabajo hay que empezar por definir el tema del mismo. A veces este viene determinado por el profesor, pero otras veces es el propio alumno quien debe proponerlo.
En este segundo caso, la elección del tema es clave ya que de el dependerá en gran medida el éxito o fracaso del trabajo.
El tema no puede ser ni excesivamente amplio ni demasiado restrictivo.
Si es demasiado amplio resultará muy difícil profundizar, aportar algo nuevo, por lo que puede quedar en generalidades, careciendo del más mínimo interés. Además, la información disponible será tan amplia que resultará difícil seleccionarla.
Si el tema es demasiado restrictivo el alumno puede tener serias dificultades en encontrar información.
El tema del trabajo debe moverse en un punto intermedio, en el que el alumno pueda disponer de información suficiente y en el que pueda profundizar algo, realizando alguna aportación interesante.
Hay que informarse de la extensión prevista del trabajo.
Evitar que sea demasiado corto o demasiado extenso (conllevaría una excesiva dedicación que probablemente no era necesaria).
Puede resultar conveniente hablar con compañeros de cursos superiores para conocer que tipos de trabajo son los que mejor evalúa el profesor.
Si es posible sería interesante ver alguno de años anteriores.
El alumno debe comenzar por buscar información:
Para un trabajo escolar o universitario ordinario se deben consultar al menos 3 / 4 libros especializados.
Para otros trabajos más amplios (tesinas, proyecto fin de carrera o tesis) la bibliografía consultada será muchísimo más amplia. También debe buscar en Internet, en prensa y en revistas especializadas.
De todo este material se extraerán ideas, opiniones, teorías, etc., que servirán de base para determinar la tesis que se va a exponer, el punto de vista que se va a desarrollar.
A continuación se irá perfilando la estructura del trabajo:
Por ejemplo: una primera parte introductoria; luego tres apartados en los que se expondrán las ideas principales; estos apartados se dividirán en diversos sub-apartados en los que se profundizarán en determinados aspectos; finalmente un apartado de conclusiones.
Determinada la estructura, con las ideas y conceptos que se van a tratar en cada una de sus partes, se pasará a la redacción, expresando con las propias palabras dichas ideas, enriqueciéndolas con explicaciones, hipótesis, ejemplos, etc.
Es preferible desarrollar de entrada todo el trabajo aunque sea sin pulir. A continuación se le irán dando sucesivas vueltas para perfilarlo, completarlo y, en definitiva, mejorarlo.
No se debe copiar nunca fragmentos literales de las fuentes consultadas, salvo si van recogidos entre comillas con indicación de su autor.
Probablemente la parte principal de un trabajo sea el apartado de conclusiones.
No se trata de hacer un pequeño resumen del mismo, sino de destacar someramente las ideas principales presentadas y los argumentos en los que se apoyan.
Deben ser ideas elaboradas, con cierta dosis de originalidad pero manteniendo cierta prudencia (no se pueden presentar tesis alocadas).
Todo trabajo debe llevar en la segunda página un índice que permita conocer la estructura del mismo, con indicación de la página en la que se encuentra cada apartado.
El estudiante puede incluir un anexo donde profundice en algunos aspectos que, bien por su extensión o por su nivel de detalle, no convenga incluir en el cuerpo principal. Otra posibilidad es añadir estas anotaciones como pie de página.
Por último, el estudiante incluirá al final del trabajo una bibliografía con la relación de fuentes consultadas.
Deben ser fuentes efectivamente consultadas y no una relación amplísima de libros que resulte evidente que no se han visto (el alumno perdería credibilidad ante el profesor).
Esta lista irá por orden alfabético según el nombres de su autor.
En un trabajo escrito es tan importante el fondo como la forma.
Hay que poner gran esmero en la redacción, cuidando la construcción de las frases, la gramática y el estilo.
No se puede admitir ni una sola falta de ortografía.
También hay que cuidar la estética: uso de negritas, subrayados y cursivas, márgenes, puntos y aparte (que los párrafos no sean interminables), encuadernación, etc.

Lección 24: Trabajo en Grupo
El trabajo en grupo es una actividad que ocasionalmente se presenta tanto en el colegio como en la universidad. A la complejidad que de por si presenta cualquier proyecto, hay que añadir los problemas de relaciones personales que pueden surgir dentro del grupo.
Un punto clave en el buen éxito de un trabajo en grupo es la buena relación entre sus miembros.
Lo primero que hay que hacer es elegir a los componentes del equipo:
No necesariamente tienen que ser tus mejores amigos. Deben ser compañeros trabajadores, que se toman las cosas en serio y de fácil trato. Hay que procurar que esta buena relación exista entre todos los componentes del grupo.
Hay que evitar personas polémicas, avasalladoras, poco diplomáticas, por muy buenas que puedan ser trabajando.
Una vez elegido el grupo lo primero que hay que hacer es celebrar una reunión preliminar en la que a todos los componentes les quede claro cual es trabajo que tienen encomendado.
Se fijarán las reglas de funcionamiento del equipo: por ejemplo, lugar de reuniones, frecuencia de las mismas (semanales, quincenales, etc.), nombramiento de un coordinador, etc.
Se determinará la tarea encomendada a cada componente del grupo. Las cargas de trabajo individuales deben ser lo más equilibradas posibles, evitando que haya diferencias significativas.
Hay que planificar el tiempo disponible hasta la entrega del trabajo. Se determinarán los distintos pasos que hay que completar y el tiempo disponible para cada uno de ellos.
Por ejemplo: 1ª semana: búsqueda de información. 2º y 3ª semana: desarrollo individual de las partes asignadas. 4ª semana: análisis de las aportaciones individuales. 5ª y 6ª semana: refundición de las aportaciones individuales. 7º y 8º semana: análisis y correcciones del texto refundido. Redacción de conclusiones. 9ª semana: entrega.
Este calendario permitirá conocer si se avanza correctamente o si, por el contrario, se están produciendo retrasos que puedan dificultar la finalización del trabajo en el plazo permitido.
Las reuniones periódicas que se vayan manteniendo permitirán ir comprobando si todos los miembros del equipo están trabajando en la línea fijada y si se están cumpliendo los plazos previstos.
No se puede esperar hasta el último momento para conocer que uno de los integrantes del grupo no ha realizado su parte.
El equipo funcionará bien en la medida que todos sus miembros se impliquen en el proyecto.
Es fundamental que todos participen en las deliberaciones, expongan sus puntos del vista. Hay que evitar que algún(os) miembros(s) monopolice(n) las reuniones, se adjudiquen un protagonismo desmedido, tomen unilateralmente decisiones que afectan a todos.
Si algún miembro del equipo se muestra más retraído hay que tratar de animarle a participar en las deliberaciones.
Si algún integrante del grupo no cumple satisfactoriamente con su cometido hay que hacérselo saber, requiriéndole un cambio de actitud.
Si persiste en su comportamiento el resto del grupo tendrá que comunicarle que no se piensa admitir dicha actuación, dándole un plazo para rectificar y en caso contrario proceder a su expulsión.
El equipo no puede consentir que uno de sus componentes ponga en peligro el éxito del proyecto, ni que trate de aprovecharse de sus compañeros.
Cada miembro del equipo debe colaborar en mantener un buen ambiente de trabajo, evitando que surjan conflictos que deterioren el ambiente.
Hay que ser muy respetuoso con los compañeros, valorando y respetando sus opiniones aunque no se compartan. Esto no implica renunciar a los propios puntos de vista, pero sí ser flexibles y comprensivos con otros planteamientos.
Hay que ser tolerante con los errores de otros, especialmente con aquellos cometidos por compañeros implicados de verdad en el proyecto

Lección 25 ª: Exposición en Público
Durante el curso el estudiante tendrá a veces que realizar presentaciones en público, exponiendo su trabajo delante de los compañeros. Aunque esta situación puede generar cierta ansiedad, es conveniente ver su lado positivo ya que se trata de una oportunidad de lucirse, además se gana experiencia de hablar en público.
Es una gran oportunidad que hay que saber aprovechar.
En todo caso, esa tensión que es normal que surja se puede combatir con ejercicios de relajación (tanto la noche anterior como la mañana del día de la presentación). Si bien, la mejor manera de combatir los nervios es una buena preparación.
A diferencia del trabajo escrito en el que el estudiante lo termina en la tranquilidad de su casa, realizando todas las modificaciones necesarias antes de entregarlo, la exposición oral se ejecuta delante del profesor y de los compañeros, sin posibilidad de corrección de errores, por lo que tiene que estar perfectamente preparada.
El estudiante deberá trabajar no sólo el contenido sino también la exposición.
Un gran contenido con una mala exposición se traduce en una presentación muy mediocre.
El propio enfoque del contenido cambia:
En el trabajo escrito se puede profundizar y aportar numerosos detalles ya que el lector dispone de tiempo para captar y entender la exposición (puede volver a releer el trabajo si algún punto no le ha quedado claro).
En la presentación hablada el oyente únicamente dispone de una oportunidad para entender lo que allí se expone; si algo no le queda claro no tiene la oportunidad de volver atrás.
Esta limitación obliga al estudiante a ser lo más claro posible: estructuras de las oraciones simples y vocabulario directo (depurado y preciso pero entendible por todos los presentes).
La claridad debe primar sobre el virtuosismo.
En una exposición oral no se deben transmitir muchos mensajes (la capacidad de captación del público es limitada), Hay que centrarse en unas pocas ideas principales e incidir sobre ellas.
El estudiante debe conseguir captar la atención del público y para ello es fundamental que la exposición sea lo más amena posible, incorporando algún toque de humor, ayudándose de ejemplos y anécdotas, etc.
Debe cuidar la entonación, jugar con la modulación, evitar un tono monótono (típico error) que termina por aburrir a los presentes. Esto se puede ensayar grabando el discurso y escuchándolo.
El estudiante no se puede limitar a leer un texto (resultaría sumamente aburrido), además le impediría mantener un contacto visual con el publico. Debe preparar su exposición de memoria y llevar un pequeño índice que le sirva de guía.
Tiene que cuidar la indumentaria, ir vestido algo más formal de lo habitual. Perfectamente peinado y afeitado, ropa planchada, zapatos limpios, etc.
La imagen que se transmite es muy importante.
Debe cuidar sus gestos y movimientos: no sólo se comunica a través del lenguaje verbal sino también a través del lenguaje no verbal (posturas, movimientos, gestos, expresiones de la cara, etc).
El mensaje que se transmite con el lenguaje no verbal puede ser a veces más potente que el que se transmite con palabras y en ocasiones pueden ser contradictorios.
Por ejemplo, decir "para mi resulta un placer poder presentar este trabajo" y al mismo tiempo transmitir una imagen de nerviosismo, ansiedad, incomodidad.
El lenguaje no verbal hay que ensañarlo en casa, delante de un espejo o de alguna persona de confianza, que le indique a uno donde falla, qué debe corregir.
El estudiante debe transmitir seguridad y para ello es fundamental una buena preparación.
Una imagen de nerviosismo puede llevar a pensar que la exposición no está suficientemente preparada.
Los dos momentos principales de una presentación hablada son el principio y el final.
Al principio el estudiante se juega el conseguir captar la atención del público (si no la capta entonces difícilmente lo va a hacer luego). En esta fase debe ser especialmente claro y comunicativo, generando entre el público "curiosidad" por lo que va a exponer.
Al final del discurso, en las conclusiones, debe recalcar las ideas principales que ha expuesto y los argumentos que las apoyan. Probablemente sea lo único que al final recuerde el público de toda la exposición.
La presentación gana mucho si se acompaña de apoyo visual (diapositivas, transparencias, pantalla del ordenado proyectada.). Transmite una imagen de profesionalidad y facilita la comunicación con el público.
Las transparencias deben ser ligeras, fáciles de leer, recogiendo pocas ideas importantes, con combinaciones de colores.
El estudiante no se debe limitar a leer el texto de las transparencias, debe utilizarlo de soporte pero desarrollando las ideas con sus propias palabras.
Durante los ensayos es importante medir la duración de la exposición para tratar de que se ajuste a la duración prevista (que no resulte ni demasiado larga ni demasiado corta).
Durante la exposición es conveniente colocar el reloj en algún lugar donde discretamente se pueda ver (sin tener que mirar su muñeca). Esto permitirá ir controlando que la exposición se va ajustando al tiempo previsto.
Cuando se realiza una exposición oral es conveniente ofrecer al público asistente la posibilidad de realizar preguntas al final de la exposición.
Transmite la impresión de que se domina el tema.
Las preguntas hay que contestarlas de forma precisa pero escueta, sin rodeos. Si una pregunta no se sabe contestar no pasa nada, simplemente habrá que indicar que en ese momento no se puede responder pero que se consultará y a la mayor brevedad se dará una respuesta.
Lo que nunca se debe hacer es inventar la respuesta.

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